Santo Domingo. Muchas veces en mi casa se pudo almorzar por el dinero de mi amiga de siempre, esa limpiabotas”. El testimonio corresponde a Juan Mateo Ciprián, quien el pasado viernes fue juramentado como fiscal titular de Nagua.
El relato de Mateo Ciprián, frente a un selecto público, fue el momento más emotivo de la ceremonia de juramentación de los 36 nuevos fiscales y procuradores.
“Aquí estoy ante ustedes para contarles un poco de este humilde servidor”. Así inició sus palabras, para luego adentrarse a narrar el esfuerzo que hizo y los obstáculos que tuvo que vencer para graduarse como abogado, hasta lograr su sueño de escalar a dirigir una importante fiscalía.
Nació en Parras, San José de Ocoa, provincia sureña de la República Dominicana. Hijo de la ama de casa, Lidia Erminia Ciprián, y el agricultor, Ángel Dario Mateo.
Narró que sus padres, en las vicisitudes y dificultades, se aferraron a la idea de que a través de los estudios se podía cambiar la historia de un ser humano.
Ser limpiabotas fue su primer oficio, que le ayudó a ganarse el sustento de su familia, muchas veces. Aunque su madre no estaba de acuerdo que saliera a trabajar, sobre todo con un limpiabotas, cuando vio que podía aportar, valoró la importancia del oficio. Su iniciativa fue motivación para sus amigos, que le siguieron los pasos. Precisó que siguió “creciendo”, llegando a convertirse en un zapatero, por lo que ya no solo limpiaba zapatos, sino que también los arreglaba.
Cuando terminó la escuela primaria, en su campo natal, Parras, caminaba seis kilómetros al pueblo, ida y vuelta, para continuar los estudios secundarios en el liceo. Pero terminó el bachillerato en un colegio, porque se ganó una beca, ya que trabajaba en el kiosco del centro educativo.
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